viernes, 6 de agosto de 2010

Toros



(Resultado de la votación del parlamento catalán sobre las corridas de toros.)


Lo reconozco: estoy contento con que se haya prohibido las corridas de toros en Cataluña. No estoy a favor de que la tortura y muerte de un animal sea un espectáculo al estilo de los de la Antigua Roma. Reconozco que el toreo es un arte, siempre que se le quite la parte sangrienta del espectáculo, y hacia eso debería haber evolucionado el espectáculo (como pasa en otros países, donde ni se mata ni se tortura al animal); pero son los propios defensores del espectáculo los que impiden la evolución.


Se habla del nacionalismo catalán. Es posible que ciertos partidos políticos catalanes, como ERC que condena las corridas, pero no otros festejos taurinos catalanes donde se maltrata al toro, se haya aprovechado de la iniciativa. Incluso se habla de que la culpa es de los que gobiernan en Cataluña (cuando CiU y PSC dieron libertad de voto, un ejercicio increíble y ejemplar de democracia en España; resultando que la mayoría de CiU votó a favor de la prohibición y la mayoría del PSC, partido que gobierna en Cataluña, en contra) Pero la iniciativa que destapó este debate era una iniciativa apolítica (independiente de partidos políticos) y, de hecho, se van a presentar iniciativas similares en Euskadi, Andalucía o Madrid. Criticar el barbarismo de la mal llamada "fiesta nacional" no es ser catalanista ni independentista. Supongo que nadie se atrevería a calificar de catalanista al PP canario, impulsor de la prohibición de las corridas en Canarias de toros en 1991 (donde, por cierto, se protegió las peleas de gallos, por ser "algo propio de la cultura canaria"). Y supongo que tampoco nadie tacharía de catalanistas a personajes como el Papa Pío V o reyes como Felipe V o Carlos III. Pero ya se sabe, en España hay que politizarlo todo, sino, no vivimos tranquilos.

No soy vegetariano, por lo que no creo en eso de no matar animales (al fin y al cabo, las plantas también son seres vivos y también sienten -sí, también sienten- y nadie se priva de comerlas). Pero una cosa es matarlos para alimentarse o para cubrir otras necesidades, y otra es convertir la tortura y la muerte en un espectáculo. Con lo cual, tengo que decir que mi postura con respecto a este tema (no es muy radical, aunque le coloque esta etiqueta) es que lo que debería prohibirse es la tortura en sí. Creo que espectáculos como los de recortadores o los encierros (con medidas de seguridad, no la farsa de los Bous al Carrer) se pueden disfrutar. Pero el resto de espectáculos sangrientos-torturadores-humillantes (desde corridas de toros hasta Correbous y similares, incluidos, por cierto, la reclusión de animales salvajes en zoológicos o de ciertas especies como mascotas) son degradantes y deberían prohibirse.
Pero en este país hay que desviar la atención del tema principal (el maltrato animal) hacia otros que no tienen nada que ver (el nacionalismo español y catalán).

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